15.4.06

Las Lecturas Inútiles

Te detuviste ante la presencia del semáforo. Te tenías que detener. Fue cuando lo viste en la avenida Pardo, caminando hasta llegar a un tacho de basura para botar una botella vacía de agua mineral. Siempre mineral sin gas, siempre tan light, pensabas. No había cambiado en nada, seguía con la misma pinta de gringo: su mochila gigante de trotamundos, los ojos verdes, la barba canosa, la pelada de moda. Mientras él con su ropa de marca que compraba usada, tú ya vestías el sastre ejecutivo, manejando tu Volvo por Miraflores. Había pasado tan poco y el no había cambiado nada, y tú sí tanto. Veías ese libro que llevaba en la mano y te preguntabas si seguía leyendo a Kafka, a Foucault, a Marx. Nunca entendiste porqué ese afán de leer tantas cosas inútiles, leer esas huevadas no te darán plata. Pero ese no era tu problema, su vida no era la tuya. Caminaba erguido, tan alto; estaba buenazo. Y comienzan a venir a ti los recuerdos de las noches barranquinas y los hostales de Lince, y si había menos plata, qué chucha, vamos a La Marina. ¿Pero era acaso lo único bueno que podías recordar? Podías pero no querías. Ahora tienes algo de billete, ahora te paseas con tipos que visten bien y les caen bien a los viejos. Es que también tienen plata; las rosas y los chocolates que recibes, no solo son para ti, para los viejos cuentan. El otro era un vago que estudiaba Sociología, déjalo. Y lo dejaste. ¿O él te dejó? ¿Tampoco lo recuerdas, o es que no quieres recordarlo? Ahora ya no vas a los bares que dejaste por los restaurantes, preferiste la buena comida y el vino a la canchita serrana y la cerveza en abundancia. Ni siquiera te preocupas de los hostales, ellos te llevan a su departamento, donde viven solos. La vida te cambió o tú te cambiaste la vida. Ahora dudas de cuándo estabas mejor, cuando la luz del semáforo cambia al verde. Ahora que deja caer la botella vacía es cuando presionas el acelerador e intentas olvidarte del asunto.